CRITICA
“La
verdad más bella no sirve de nada si no se ha convertido en la experiencia más
íntima del individuo” (Carl G. Jung)
… Esta obra, que
cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, surgió a partir de una
investigación basada en el estudio de diferentes textos por medio de los cuales se llegó a hilar
los conceptos de muerte, cambio constante, lo circular y lo eterno junto a los
5 elementos de la medicina tradicional china (madera, fuego, tierra, metal,
agua)…
La selección del
espacio favorece el resultado que esta interpretación provoca en nosotros, los
espectadores, porque nos va distendiendo y preparando para recibir las
emociones que nos transmitirán los actores. También les permite a ellos
desenvolverse, entrar y salir del juego escénico casi mágicamente.
Es bellamente
interpretada por Carla Canosa y Damián Poggio, quienes actúan, cantan, se
expresan con gran ductilidad a través de su cuerpo y de sus movimientos y…
¿representan personajes o representan personas? Muestran etapas en la historia
de una misma persona o de muchas… tantas, que podría ser la historia de la
humanidad, su paso por esta tierra. Todos, nos sentimos reflejados en algún
instante (o en muchos) de la obra, en esas sensaciones y sentimientos estos dos
actores nos transmiten.
Pasan ante nuestros ojos
la vida y la muerte, no como dos opuestos, sino como complementación de un todo
que se sucede sin prisa pero – inexorablemente -, sin pausa. Y, ante esta falsa
dualidad… ¿dónde se ubica el espectador? Todos los estímulos externos (voces,
música, colores, movimiento…) hacen que miremos hacia adentro nuestro y nos
hagamos esas preguntas difíciles cuyas respuestas, tantas veces, tratamos de
esquivar…
La puesta en escena es
impecable; todo nos remite a ritos que bien podrían ser ancestrales: los
sonidos, la música, las voces habladas o cantadas, las luces, los elementos que
se van incorporando como parte necesaria del juego dramático… Todo tiene un por
qué y un para qué… Nada es casual, tal como en una ceremonia: cada voz, cada
instrumento, cada movimiento o cada cambio de vestuario se realiza porque es
indispensable…
Así, nos van mostrando
que no hay un principio ni un fin, que todo regresa pero de forma irrepetible –
vendrán muchos instantes, pero ese segundo que pasó es único e inigualable – y
todo nos cuenta que el alma, el espíritu, el yo o como cada uno prefiera
llamarlo, marca esta existencia y trasciende a la muerte para continuar
viviendo, de una forma u otra.
Belleza pura… y un
hermoso motivo para quedarse pensando cuál fue, es y será nuestro lugar en este
mundo.
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